N° 66: Alemania: Los amigos podrán convertirse en “parientes”

 


por Tommaso Scandroglio

Fuente: La Nuova Bussola Quotidiana, 9 de febrero de 2022

 

Los partidos que gobiernan en Alemania han decidido reformar la ley de familia para reconocer el “parentesco electivo”. Los amigos pueden convertirse en “parientes”. Una reforma peligrosa porque sitúa la amistad en un marco legal. Y sobre todo porque golpea de nuevo a la familia, licuando su identidad.

 

¿Os acordáis de los Pac? ¿Los Pactos civiles de solidaridad? Era una solución en boga hace unos años en toda Europa para reconocer a las parejas de hecho, tanto heterosexuales como homosexuales. En realidad solo fueron cabezas de puente justificar los “matrimonios” homosexuales; tanto es así que en muchos Estados fueron cancelados para dar paso al “matrimonio” homosexual y, donde aún existen, como en nuestro país (ver ley de uniones civiles), son poquísimos los ciudadanos que se acogen a ellos. 

En Alemania, el concepto de formalizar legalmente un vínculo distinto al del matrimonio ha pasado de la pareja al amigo. De hecho, los partidos de gobierno han decidido reformar el derecho de familia para reconocer el “parentesco electivo”. Ya no valdrá el dicho “a tus amigos los eliges; a tu familia, no”, porque a partir de ahora en Alemania los amigos y conocidos con los que queramos establecer una «comunidad de responsabilidades» también serán elevados al rango de familiares. Así, una relación no quedará en el ámbito puramente privado, sino que tendrá valor público y se caracterizará por derechos y deberes recíprocos. Por consiguiente, la amistad tendrá cargas no solo morales, sino también jurídicas. 

Marco Buschmann, ministro de Justicia alemán que definió esta iniciativa como «la mayor reforma del derecho de familia de las últimas décadas», declaró que la comunidad de responsabilidades deberá «adaptarse a las diferentes situaciones de la vida y permitir diferentes intensidades de asunción de responsabilidad mutua». Las relaciones afectadas por esta nueva disciplina son todos aquellos lazos de afecto y/o apoyo mutuo no heredados por nacimiento y no derivados de relaciones de pareja: amistades, conocidos, relaciones de trabajo y estudio, convivencia, etc. Si el Estado ha legitimado algunas relaciones como, por ejemplo, el matrimonio en sus versiones heterosexual y homosexual, no vemos por qué no puede reconocer también relaciones de diferente naturaleza que impliquen la asunción de una responsabilidad mutua. Así dos viudas podrían irse a vivir juntas y regular su relación a través de esta nueva institución. O podría hacerlo una pareja de amigos que, a causa de algunos intereses comunes, quisieran encontrar protección legal. O también un miembro de una pareja homosexual que quiere convertirse en padre del hijo biológico del otro miembro.

¿Qué podemos decir? En primer lugar, que esta reforma es inútil. Los ciudadanos alemanes ya disponen en la actualidad de todos aquellos instrumentos jurídicos de derecho civil para regular las relaciones con amigos, conocidos, compañeros, etc.: desde el ámbito de los alquileres, pasando por la compraventa, hasta las empresas, etc. El aspecto innovador radicaría en que el nuevo estatus de “pseudo pariente” permitiría equiparar jurídicamente al nuevo “pariente” con los familiares reales, como hijos, padres, cónyuges. Y así, en el ejemplo de las dos viudas convivientes, si una de ellas muriese, la mitad de los bienes de la casa en la que convive con la otra pasarían a ser de esta última, saltándose la famosa legítima a los herederos.

En segundo lugar, esta “comunidad de responsabilidades” expresa una injerencia indebida del Estado en asuntos que no le competen. De hecho, normativamente no entra dentro de la competencia del gobierno disciplinario la amistad, por ejemplo. El perímetro de intervención del Estado es definido por el bien común. La amistad entre dos personas ciertamente puede contribuir al bien común, pero contribuye de manera eficaz solo si el Estado permanece fuera de ella. Es de interés del Estado que algunas relaciones sociales florezcan y vivan de manera espontánea y privada, sin injerencias de lo público, salvo, en todo caso, la utilización de los instrumentos jurídicos básicos ya presentes en cualquier foro civil. Nos dirán que el Estado no obliga a ninguna pareja de amigos a hacer uso de la “comunidad de responsabilidades”. Pero el problema no está en la obligación, sino en la creación de esta nueva institución. De hecho, que el ordenamiento reconozca una nueva institución jurídica se justifica solo si dicha institución contribuye de forma significativa al bien común y si es necesaria. Sin embargo, en el caso de la amistad entre dos personas, contribuye de forma significativa al bien común solo si permanece libre y no enmarcada en una disciplina normativa. Por tanto, esta intervención es perjudicial y no necesaria.

En realidad, el verdadero tropiezo no radica en que exista un reconocimiento legal de la amistad, de la relación entre dos compañeros de trabajo o de universidad, etc., sino en que así tenemos una verdadera mutación de la identidad de la amistad, de la relación profesional, etc., porque estos amigos, estos compañeros se convierten, mágicamente, en “parientes”.

Y aquí llegamos al tercer motivo de nuestra reserva. Esta iniciativa normativa querida por la nueva coalición de gobierno formada por socialdemócratas, verdes y liberales es un ataque más a la familia porque familia ya no es solo la que nace del matrimonio entre un hombre y una mujer o, en un sentido más amplio, la que identifican los lazos de sangre y matrimonio, sino también la que nace del “matrimonio” homosexual (legal desde 2017) y, ahora, cualquier relación que decidamos. Es el triunfo de la libre elección. Familia ya no es una realidad natural a reconocer, sino una realidad a crear de forma independiente siguiendo un diseño muy personal. La familia, por tanto, se convierte en una realidad de relación de cualquier tipo, sin vínculos. Familia es cualquier relación. Y así un amigo o un compañero de fútbol pueden convertirse en “parientes”. El “te quiero como a un hermano” ya no será una metáfora. Todo es familia. Pero si familia es todo, entonces familia no es nada porque ya no tiene elementos que la definen para, así, poder identificar su identidad diferenciándola de otras relaciones como las de amistad, trabajo, diversión, etc.

La consecuencia es que la familia se licúa aún más; su sustancia y su esencia se evaporan y sus límites se confunden con otros límites propios de relaciones sociales diferentes. El principio de fluidez, que a menudo vemos aplicado a la orientación sexual y a la identidad sexual, es ahora introducido en la institución familiar que, de este modo, muere, porque es despojada de su identidad específica.