Nº 33: La cruz


por el  P. Ramiro Pellitero
Instituto Superior de Ciencias Religiosas-Univ. de Navarra

 Periódicamente rebrota en nuestra Europa laicista el intento de eliminar la cruz de los ámbitos públicos. Se argumenta con el derecho a la libertad religiosa, que no debería privilegiar un signo de una religión particular en los espacios que pertenecen a todos, y donde los miembros de otras religiones, o de ninguna, pueden sentirse o dicen a veces sentirse molestos. Parece que hay un interés particular en quitar el crucifijo de las escuelas, como si se temiera un “adoctrinamiento” pernicioso y subliminal de los niños y de los jóvenes.

Sin embargo la cruz está presente en la cultura europea y americana, y en otras culturas, desde hace muchos siglos. Quien quisiera arrinconarla, tendría que renunciar a todo lo que ella significa, quiera o no. Tendría que tapar y acallar tantas obras de arte y signos de cultura, que se quedaría prácticamente con nada. La cruz está no sólo en las iglesias sino también en caminos, fiestas e instituciones, expresiones linguísticas y hasta en el trasfondo del calendario por el que nos regimos: ¿qué significa contar el tiempo antes y después de Cristo? ¿Qué significa que las semanas se dividan por los “domingos”?

Por lo demás, la cruz no es el único símbolo religioso y cultural que es común encontrar en la vida civil, dependiendo de los lugares. En muchos países abundan los símbolos propios de las religiones que están en el corazón de sus culturas. Y esto es natural, porque entre religión y cultura hay una estrecha relación. Y quien pretende suprimir las manifestaciones de la religión en la cultura, acaba por imponer la dictadura de su propia religión o visión irreligiosa de la vida, que puede llegar a ser terrible como la historia reciente enseña.

¿A quién puede molestarle la cruz? A quién no conozca su significado o lo rechace por motivos ideológicos. La cruz es signo de paz y reconciliación. Su palo vertical recuerda la dimensión trascendente del hombre (que no es sólo un amasijo de moléculas, porque tiene alma); y su palo horizontal representa la dimensión terrena de la persona, que se extiende desde el centro para abarcar a todos los pueblos, razas y culturas.

La cruz es signo de totalidad, plenitud y solidaridad, fuente de verdadera fortaleza, serenidad y consuelo. En nombre de la cruz se hace diariamente el bien a millones de personas en el mundo. La cruz no puede –no debe– ser esgrimida contra nada ni contra nadie; y si esto sucedió en la historia, fue por una equivocación y un olvido de Aquel que dio a la cruz su más pleno significado. Porque la cruz no la inventaron los cristianos. Pero por los cristianos ha venido a representar en nuestros días el mayor anhelo de los hombres: la unión y el perdón, los deseos de paz y reconciliación que alberga la familia humana.

Ciertamente, para los cristianos, el crucifijo es signo de redención, esto es, de santidad, que es lo mismo que decir de la justicia que sólo Dios puede traer. Hacer “la señal de la cruz” es aceptar el orden exterior e interior querido por Dios (en la inteligencia, en la voluntad, en los sentimientos) e implorar que la bendición divina llene la vida y proteja a los hombres de los peligros que les acechan, a veces inventados por ellos mismos.

Pero este significado cristiano no se impone a nadie. Sólo se ofrece libremente. Como un signo de que el mal –la codicia y la avaricia, las injusticias y las guerras, la discriminación de los más débiles y de los pobres– no tiene la última palabra. La cruz es como una indicación de que el dolor –físico o moral– no es un absurdo: una realidad que, si no pudiera quitarse o disminuirse, pretendería legitimar la supresión de quien dice no estar dispuesto a sufrirla, en carne propia o ajena.

En último término, la cruz sugiere que la muerte puede ser fruto y consecuencia del amor (cosa que es así de hecho para muchas personas, también no cristianas). Que la muerte no es un punto final que, en el fondo, deja sin sentido la vida. Y a los desheredados de este mundo, que no han encontrado en él la justicia, la cruz les puede recordar que les queda aún la esperanza de una vida diferente, donde el amor no sea una palabra desgastada y manipulada.

El Chasqui
Córdoba, 20 de noviembre de 2009

N°32: Animales, plantas y humanos en Suiza

por el Prof. Alejandro Navas 
Fuente: unav.es 

“¿Va usted a adquirir un perro? A partir de 2010 deberá asistir previamente a un curso teórico. Y luego deberá realizar un entrenamiento práctico junto con su perro a lo largo del primer año. En él aprenderá a conocer las necesidades y el comportamiento de su perro”. 

Este texto forma parte del anuncio de una abogada suiza experta en derecho animal, que ofrece sus servicios a los futuros dueños de mascotas para asesorarles en la aplicación de la nueva ley protectora de animales. Esa ley, redactada a final de 2005, se promulgó en septiembre de 2008 después de haber sido aprobada en el Parlamento y en el correspondiente referendum popular, y comienza a aplicarse ahora. El trámite fue largo porque el asunto se trabajó a fondo, con rigor. El resultado es una reglamentación que a lo largo de más de cien páginas y de 226 artículos regula todos los aspectos imaginables de la vida de los animales domésticos, y eso que la ley se aplica en principio tan solo a los vertebrados (el Gobierno determinará a qué animales invertebrados se aplicará también, para lo que tendrá en cuenta las aportaciones de la ciencia sobre la capacidad sensible de estos animales). 

El objetivo de la ley, enunciado en su artículo primero, es bien sencillo: “proteger la dignidad y el bienestar de los animales”. El texto legislativo constituye una expresión antológica del perfeccionismo que se atribuye al carácter suizo. Por ejemplo, de los animales que viven naturalmente en grupo habrá que tener en las casas al menos dos ejemplares, para reproducir con la máxima fidelidad posible sus circunstancias naturales. Se legislan por supuesto las condiciones materiales en que se alojarán los animales, pero también el modo en que deben ocupar el tiempo

 Aplicar esa ley va a suponer un notable esfuerzo, incluso para un pueblo tan disciplinado como el suizo. El Gobierno ha optado en primera instancia por la divulgación a través de campañas informativas, pero no descarta que la policía lleve a cabo en el futuro registros domiciliarios para asegurar su cumplimiento
No se trataría de una novedad, basta pensar en el régimen implantado en su día en la Ginebra calvinista. En este caso la policía investigaba, por ejemplo, si los ciudadanos tomaban dulce en la comida a pesar de la prohibición: el postre se consideraba una amenaza para el orden social puritano. 

 Pero la pasión reguladora de los suizos no se detiene en el mundo animal y llega también a las plantas. La “Comisión Federal de Ética para la Biotecnología en el Ámbito Extrahumano” ha establecido que esa dignidad también corresponde a las plantas: “dañarlas de modo arbitrario es moralmente inaceptable”. Klaus Amman, antiguo Director del Jardín Botánico de Berna y ahora emigrado a Holanda, donde ha encontrado mejores condiciones de trabajo, declaraba: “En los Estados Unidos y en Australia, en Inglaterra y en Italia, los colegas se ríen de Suiza”. 

En honor a la verdad hay que reconocer que también se han dado reacciones elogiosas. Peter Singer, por ejemplo, pionero del movimiento de liberación animal, estuvo en Berna poco después de la promulgación de la ley y la alabó como un ejemplo para el resto del mundo. Según afirmó, una vez conseguida la emancipación de los negros, las mujeres y los homosexuales, ha llegado la hora de la liberación animal. Es admirable la fina sensibilidad ética que se percibe en esas iniciativas legislativas. Pero a uno le invade una sensación extraña cuando advierte que Suiza es a la vez el paraíso del suicidio asistido, donde el “turismo de la muerte” atrae a “clientes” de todo el mundo (eso sí, adinerados, que lo cortés no quita lo valiente y el negocio tiene sus exigencias irrenunciables). 

 Está bien que el gobierno se proponga paliar la soledad de las mascotas, pero ¿qué legislador se ocupa de los humanos entrados en años que aducen la soledad como motivo para pedir la muerte? ¿Cómo se explica que en tantos países el aprecio creciente por la vida animal o vegetal vaya unido al desprecio igualmente creciente por la vida humana?


El Chasqui
Córdoba, 18 de noviembre de 2009

Nº 31: Benedetti:retrato crítico

 por Emilio Martínez Cardona 
Premio Municipal de Literatura (Montevideo, Uruguay) 

 Decía que “Entre la literatura y la revolución, la prioridad es la revolución” y que “Matar es un agrio deber revolucionario”. Fue uno de los fundadores y principales dirigentes del Movimiento 26 de Marzo, fachada legal del MLN-T (Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros), organización terrorista que asoló el Uruguay en plena democracia desde el año 1963, con asesinatos, secuestros y robos multimillonarios.

 Estuvo entre los pocos intelectuales que defendieron a Fidel Castro cuando apresó al poeta Heriberto Padilla y calló vergonzosamente ante los fusilamientos ordenados por el dictador cubano en el 2003. Hablo, por supuesto, y aunque rompa muchos corazones ingenuos, de Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia, más conocido por su primer nombre y apellido. 

Caballero de sonrisa bonachona e ideas totalitarias, pero sobre todo un mal, muy mal poeta. “Benedetti es un escritor para consumo de la superficialidad y los aficionados a los lugares comunes”, ha dicho de manera tajante el colombiano Eduardo Escobar, un juicio que sólo puedo compartir y que de hecho comparten prestigiosos críticos y académicos del mundo entero. 

 Y es que si hubieron grandes escritores latinoamericanos que defendieron posturas políticas igual de abyectas, como el argentino Julio Cortázar o el también uruguayo Juan Carlos Onetti, éstos fueron creadores de una obra literaria única e innovadora, que supera ampliamente los deslices cometidos en el campo ideológico. 

No puede decirse lo mismo de Benedetti. Alberto Chimal lo encuentra “sospechoso de excesiva complacencia, de sentimentalismo, de simplismo. Y fue culpable con una frecuencia alarmante. Peor aún, su obra poética, que se fue recogiendo en ediciones sucesivas llamadas siempre Inventario, deja ver cada vez menos poesía a medida que pasan los años y cada vez más fórmulas, más lugares comunes, más prédicas a admiradores ya convencidos. El padre espiritual de sus poemas pudo haber sido, entre otros, Bertolt Brecht, pero tiene entre sus hijos a Ricardo Arjona y otros todavía peores”. 

 Aún más contundente es Alber Vázquez, quien califica a su poesía de “pedante, odiosa, pueril, cargante, malograda, cansina y aburrevacas”. El argentino dice que “Benedetti es un poeta de medio pelo al que una legión de indolentes con poca o nula experiencia lectora ha encumbrado más allá de todo lo razonable” y concluye definiéndolo como “Probablemente, el peor poeta del mundo”. 

Su carrera literaria fue, durante años, una minuciosa colección de fracasos. En 1945 su primer libro, el poemario La víspera indeleble, no vendió ni un solo ejemplar. Tres años después, su segunda obra corrió la misma suerte. Benedetti pidió un préstamo tras otro para pagar las ediciones de su tercer, cuarto, quinto, sexto y séptimo libro entre 1949 y 1953, los mismos que fracasaron ostensiblemente. 

Recién en 1956, con Poemas de la oficina, consiguió vender la modesta suma de 500 ejemplares. Pero entonces, algo pasó en 1959. La revolución cubana. Y Benedetti encontró en el régimen castrista la inspiración necesaria, y la angustia existencial cedió espacio a las certezas políticas y la incertidumbre dejó lugar a odios concretos, como Estados Unidos y la burguesía. De esos primeros tiempos revolucionarios datan el volumen de cuentos Montevideanos, el mismo año de la entrada de Castro y Guevara en La Habana, así como la novela La tregua (1960). 

Pero lo cierto es que la revolución cubana proveyó algo más que simple inspiración. A partir del alineamiento público de Benedetti con la ortodoxia marxista-leninista y sobre todo desde 1967, cuando pasó a desempeñarse como funcionario del gobierno cubano dirigiendo el Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, el aparato cultural-propagandístico de la isla lo catapultó a toda América Latina, retribuyendo su adhesión sin condiciones al nuevo sistema dictatorial. Fidel Castro necesitaba intelectuales que le lavaran la cara a su gobierno en medios internacionales y Benedetti fue uno de los que mejor cumplió esa labor.  En 1968, por ejemplo, ante el alejamiento de la revolución del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, que optó por el camino del exilio, no dudó en descalificarlo diciendo que era “un gusano y no precisamente de seda”. Otro tanto hizo en 1971, cuando el régimen castrista encarceló al poeta Heriberto Padilla acusándolo de contrarrevolucionario, para después obligarlo a firmar una carta de arrepentimiento. Un grupo de 61 intelectuales, entre los que se contaban Jean-Paul Sarte, Alberto Moravia, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, firmó una solicitada descreyendo de tal carta y denunciando a Castro por usar métodos de represión estalinistas. Benedetti, en cambio, publicó un artículo en defensa del régimen en el que afirmaba que entre la revolución y la literatura, había que escoger la primera. 

Por la misma época, Benedetti se decidó a fustigar a la democracia uruguaya, abonando el terreno para quienes buscaban derribarla a tiros: los tupamaros. “Se fue generando un clima favorable a la guerrilla, y en esa tarea Benedetti tuvo una influencia importante”, explica el analista Hebert Gatto, estudioso de la ideología tupamara. Como parte de esa campaña, publicó en 1971 la novela El cumpleaños de Juan Ángel, un alegato en favor de la lucha armada. En la obra el protagonista va cumpliendo distintas edades a lo largo de 24 horas. Al final del libro, con 33 años conoce al líder guerrillero Marcos, que le explica que matar es un agrio deber, y abraza la revolución. El subcomandante Marcos, líder de la guerrilla zapatista, tomó su nombre de esta obra. 

Pero el “compromiso” de Benedetti con la lucha armada no se restringió a la propaganda, sino que en 1971 asumió un rol más activo desde la dirección del Movimiento 26 de Marzo, el brazo político de los tupamaros, ejerciendo tareas clandestinas que incluyeron la de alojar en su departamento a Raúl Sendic, cabecilla de la banda. A lo largo de sus años de actuación, los tupamaros demostraron una notable voracidad financiera. En sólo una semana atracaron 9 bancos, aunque el botín más sustancioso lo obtuvieron al robar dos casinos y la General Motors. 

No se sabe con exactitud cuántos miembros activos llegó a tener el MLN, pero las fuentes históricas manejan cifras que oscilan entre los 6.000 y 10.000 combatientes, que fueron derrotados por el Ejército en 1972, perdiendo lo que ellos llamaban la “guerra revolucionaria”. El proceso de quiebre institucional iniciado por los tupamaros una década atrás concluyó en 1973, aunque no de la forma esperada por ellos, con una revolución armada que culminara en el asalto al poder, ni con un golpe militar de izquierda, a la manera de Alvarado y Torres, como pretendía el Partido Comunista desde febrero de ese año. En vez de esto, el presidente Bordaberry disolvió el Parlamento e instauró un Consejo de Estado, cogobernando con las Fuerzas Armadas. 

 Entonces fue el turno de Benedetti de partir al exilio. Entre 1976 y 1980 recaló en Cuba, y luego prefirió, como muchos otros de sus camaradas, probar las mieles del capitalismo europeo. En 1984, como columnista de El País de Madrid, Benedetti polemizó en defensa del gobierno de Castro con los escritores españoles Juan Goytisolo y José Ángel Valente, que lo acusaron de mentir descaradamente. 

Otra polémica famosa fue la que sostuvo sobre el mismo tema con Mario Vargas Llosa, quien dijo que “para Benedetti, que un gobierno exilie, encarcele o mate a sus adversarios es menos grave si lo hace en nombre del socialismo”. 

 En el 2003, un grupo numeroso de opositores a Castro fue condenado a penas de 25 años de cárcel y tres personas que habían intentado escapar de Cuba fueron ejecutadas. En ese momento, hasta un comunista de toda la vida como José Saramago sentó su protesta. Pero Benedetti callaba. Mantuvo la postura intolerante hasta en sus últimos años. Cuenta su secretario personal, Ariel Silva, que “si una revista se imprimía en Miami, entonces no le daba la entrevista”. A un ex compañero de militancia que quiso hablar con él para explicarle por qué ya no adhería a la izquierda, se negó a recibirlo tildándolo de “traidor”. Y hasta llegó a decir que la historia política del Uruguay previa al gobierno del Frente Amplio era de “174 años de gobiernos de derecha”.  Un completo disparate, en el país que conoció la legislación social de avanzada de José Batlle y Ordoñez, la sustitución de importaciones de Luis Batlle y la experiencia desarrollista del segundo gobierno blanco. 

 Hoy en día, el partido que él fundara, el Movimiento 26 de Marzo, es miembro del Congreso Boliviariano de los Pueblos, organización digitada por Venezuela, estrechamente vinculada al Foro de Sao Paulo y al ALBA e integrada por el Movimiento Al Socialismo de Evo Morales, el MLN y todos los partidos comunistas latinoamericanos. Mario Benedetti, por su parte, recibió la última distinción de su vida de manos del protodictador venezolano Hugo Chávez, quien le otorgó la Condecoración Francisco de Miranda. 

 Si ha leído hasta aquí, dudo que todavía le quedan ganas de llorarlo.


El Chasqui 
Córdoba, 2 de junio de 2009

Nº 30: Zurdo, cursi...y también blasfemo

Si Dios fuera mujer

por Mario Benedetti


¿Y si Dios fuera mujer? pregunta Juan sin inmutarse. Vaya, vaya si Dios fuera mujer es posible que agnósticos y ateos no dijéramos no con la cabeza y dijéramos sí con las entrañas. Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez para besar sus pies no de bronce, su pubis no de piedra, sus pechos no de mármol, sus labios no de yeso. Si Dios fuera mujer la abrazaríamos para arrancarla de su lontananza y no habría que jurar hasta que la muerte nos separe ya que sería inmortal por antonomasia y en vez de transmitirnos SIDA o pánico nos contagiaría su inmortalidad. Si Dios fuera mujer no se instalaría lejana en el reino de los cielos, sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno, con sus brazos no cerrados, su rosa no de plástico y su amor no de ángeles. ¡Ay, Dios mío, Dios mío!, si hasta siempre y desde siempre fueras una mujer qué lindo escándalo sería, qué venturosa, espléndida, imposible, prodigiosa blasfemia.



El Chasqui 
Córdoba, 2 de junio de 2009 

Nº 29: Mi postura frente al Papa

por Daniel Omar González Céspedes

Desde que S.S. Benedicto XVI decidiera levantar las excomuniones a los cuatro obispos consagrados por S.E.R. Mons. Marcel Lefebvre, en 1988, y saliera a la luz la entrevista hecha a Mons. Richard Williamson he leído y escuchado sobre lo que tendría que haber hecho o dicho el Papa. Incluso cartas publicadas en distintos medios que fueron enviadas al Pontífice. Reconozco no tener ningún mérito especial; con humildad admito mi ignorancia. El único que tengo -y que me basta y sobra- es el del de ser hijo de la Santa Madre Iglesia. 

 Consultado sobre “mi postura” sobre los distintos debates o controversias que se han suscitado entre distintas personas conocidas y sabiendo que muchos -incluso amigos y maestros- no me comprenderían, guardé silencio; pero sé con la gran “Monja andariega y abadesa andante”, Santa Teresa de Jesús, que “Es preferible la Verdad en soledad al error en compañía”. Y, además, ¡terminemos de hacerle el caldo gordo al coludo! El problema no está en ser negacionista o anti negacionista. El problema no radica en la cuestión judía. El problema radica en la actitud o postura frente al Romano Pontífice de parte de los católicos.

Por eso, digo: ¿Quiénes son esos que se “dignan” cuestionar o criticar al “Dulce Cristo en la Tierra”? ¿En qué momento Nuestro Señor Jesucristo les concedió tal “gracia de estado”? Es cierto que el Papa no habla siempre ex-cátedra y puede equivocarse; pero no menos cierto es que tiene la asistencia diaria del Espíritu Santo (Él sí tiene la gracia de estado). También tiene “la ciencia de las aplicaciones y oportunidades”. Quien haya hecho alguna vez los Ejercicios Espirituales según el método de San Ignacio de Loyola recordará la Regla Nº 13 para sentir con la Iglesia: “Debemos siempre tener para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia hierárchica assí lo determina, creyendo que entre Christo nuestro Señor, Esposo, y la Iglesia su Esposa, es el mismo spíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas, porque por el mismo Spíritu y Señor nuestro, que dio los diez Mandamientos, es regida y gobernada nuestra sancta Madre Iglesia”( Nº365) 

 Y la regla Nº 10 nos dice: “Debemos ser más promptos para abonar y alabar assí constituciones, comendaciones como costumbres de nuestros mayores; porque dado que algunas no sean o no fuesen tales, hablar contra ellas, quier predicando en público, quier platicando delante del pueblo menudo, engendrarían más murmuración y escándalo que provecho, y assí se indignarían el pueblo contra sus mayores, quier temporales, quier spirituales. De manera que assí como hace daño el hablar mal en absencia de los mayores a la gente menuda, assí puede hacer provecho hablar mal de las malas costumbres a las mismas personas que pueden remediarlas” (Nº 362). 

 Dicho de otra manera: ¡NO SEÑALEMOS JAMÁS LA FALTA EN PÚBLICO! Aquí cobran sentido las palabras de San Pío X y a las cuales adhiero con voluntad e inteligencia: “Prefiero equivocarme con el Papa que tener razón sin él”. Repito, ¡no le hagamos el caldo gordo al coludo! Seamos humildes para así enrostrarle en la jeta al coludo, con el Venerable José Gabriel del Rosario Brochero, “¡Te fregaste, diablo!”. (En Mendoza, Domingo 12 de Abril de 2009. Pascuas de Resurrección)


El Chasqui
Córdoba, 19 de abril de 2009

Nº 28: Desatino

por el Dr. Jorge Lobo Aragón 

Que la guerra “fue un desatino” decía el general Martín Balza, ex - jefe del Ejército, refiriéndose a la recuperación de las Malvinas que ordenara en 1982 el general Galtieri. Tiene toda la razón. “Fue un desatino’, como son desatinos todas las guerras que en el mundo han sido”
Siendo que el tino es moderación, juicio, cordura, llegar a emplear la violencia es, por definición, un desatino. Y precisamente por eso, por ir en contra de aquellos principios por los que el hombre siente un innato apego, es que valoramos a los que hacen el supremo sacrificio personal de exponer sus propias vidas y las vidas de sus enemigos por una causa superior.

El artículo 21 de la Constitución dice que “todo ciudadano argentino está obligado a armarse en defensa de la patria...”, y se supone que armarse no significa esgrimir armas de juguete para realizar un desfile sino empuñar armas de verdad para realizar el supremo desatino, la magnífica locura, de exponer la vida por un bien superior que nos envuelve a todos. El general Balza, que ha jurado cumplir la Constitución, debiera tenerlo en cuenta. La Constitución no es sólo para marcar cuántos años han de actuar las autoridades, sino también -por lo menos lo propone- para “asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad’, libertad que se necesita defender para que sus beneficios sean seguros.

Es evidente que Galtieri se equivocó. Fue imprudente. Fracasó como técnico del combate, que debe conocer las condiciones, las tropas, los pertrechos, el terreno, las reservas; la oportunidad Cuando se toma la excelsa decisión de cometer el supremo desatino, debe buscarse el asesoramiento de gente idónea que enseñe cómo llegar al único objetivo válido: la victoria, ya que emprender una guerra para no ganarla se parece demasiado al suicidio. Galtieri falló como técnico, como dictador; como soldado. pero no puede negársele a él -ni a ningún otro argentino- que se persiga todos los medios idóneos correspondientes para alcanzar un objetivo que es común en todos los argentinos y que nos pertenece ¿No alcanza un siglo y medio para darse cuenta de que nuestra generación y la futura deben comprender cual es el camino eficaz? Y el objeto, que la hermanita perdida vuelva a casa, ¿no es el mayor logro al que puedan aspirar los que tienen a su cargo la defensa de la nación?

Con sus declaraciones Balza ha puesto en claro la actitud que asumen nuestras fuerzas armadas en la actualidad. Pueden actuar -muy prudentemente- en los Balcanes, en la Cochinchina o en cualquier parte del mundo en que nuestros acreedores precisen su presencia. ¿Haciendo lo que hicieron nuestros héroes en defensa de la patria, como lo establece la Constitución? No, eso no. Sería un desatino. Él lo dice.

El Chasqui 
Córdoba, 2 de abril de 2009

Nº 27: Pena de muerte

por Jorge B. Lobo Aragón

La pena de muerte y la pena en general son aspectos del derecho largamente debatidos, en los que hay múltiples opiniones discordantes.

Su nombre, "pena", viene del latín "poena" que deriva del griego "poine", dolor, relacionado con "ponos", trabajo, fatiga, sufrimiento, del sánscrito "punya", purificación. Lo que resume que a través de los siglos que forjaron nuestra cultura se ha considerado que la pena es el doloroso sufrimiento que purifica.
El orden que impone el derecho precisa que las transgresiones a la ley sean sancionadas. La justicia consiste en dar a cada uno lo suyo, lo que a cada cual le corresponde, y lo que le corresponde al malhechor es un castigo proporcionado a su delito. Su sufrimiento es una expiación que retribuye a la sociedad ofendida y un medie de purificar el alma del injusto. Así lo enseña Platón coincidiendo con los pueblos de Oriente, con la Biblia y con los posteriores teólogos cristianos. Incluso con Kant, que sostiene que el derecho a castigar es "el que tiene el soberano de afectar dolorosamente al súbdito per causa de la transgresión de la ley".

Pero a partir del siglo XVIII aparecen nueves criterios. Expiar es borrar la culpa, purificarse por medio del sacrificio y el dolor. Si no se reconoce a la pureza como un valor tampoco se pretenderá la purificación. Se supone que a la justicia no le corresponde imponer un castigo sino corregirlo al delincuente; su prisión no tiene el sentido de que pague por el mal cometido sino de que se regenere, que aprenda a ser bueno. Por otra parte su separación de la sociedad la libera a ésta de ser dañada, y con eso ya se satisface.

Estos distintos criterios ven de distinta forma a la pena de muerte. La doctrina clásica, de la antigüedad y de los teólogos cristianos, la acepta. Dios nos manda "no matarás", pero los mandamientos son órdenes genéricas, como que se admite que es lícito matar en defensa propia. Se la compara con el derecho de que disponemos para extirparnos un miembro enfermo que pone en peligro al resto del organismo, que es la sociedad a la que por naturaleza pertenecemos.

Otros no ven en esa sociedad un hecho natural sino el resultado de un convenio. Imaginan que el hombre originalmente vivía, aislado, y que por su conveniencia ha buscado agruparse. Los derechos del grupo social serían los que voluntariamente el hombre le habría cedido. Si el hombre carece del derecho para disponer de su propia vida, ¿cómo habría de ceder a la sociedad un derecho que no tiene?
La discusión, con muy serios argumentos a favor y en contra, se ha extendido por siglos y ha ocupado a pensadores inteligentísimos. Ambas posiciones se afirman en argumentos sólidos, atendibles., y cuentan con respetabilísimos defensores. Sus partidarios la presentan como disuasiva; sus contrarios afirman que la estadística no muestra ese efecto.

Hasta presidentes de la República insistieron en su ya anunciado propósito de imponérsela a los traficantes de narcóticos “que han levantado verdaderos imperios”. Hay muchos que pueden merecerla sin duda, pero los argumentos en su favor suponen la existencia de una justicia por lo menos respetable. Sin esa clase de Justicia nadie la defendería.

El Chasqui
Córdoba 3 de marzo de 2009

Nº 26: La Conducta Política


por el Dr. Jorge B. Lobo Aragón

El compromiso del cristiano en el mundo, en dos mil años de historia, se ha expresado en diferentes modos. Uno de ellos ha sido el de la participación en la acción política. Los cristianos, afirmaba un escritor eclesiástico de los primeros siglos, "cumplen todos sus deberes de ciudadanos”. La Iglesia venera entre sus Santos a numerosos hombres y mujeres que han servido a Dios a través de su generoso compromiso en las actividades políticas y de gobierno. Entre ellos, Santo Tomás Moro, proclamado Patrón de los Gobernantes y Políticos, que supo testimoniar hasta el martirio la "inalienable dignidad de la conciencia. Aunque sometido a diversas formas de presión psicológica, rechazó toda componenda, y sin abandonar "la constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones" que lo distinguía, afirmó con su vida y su muerte que "EL HOMBRE NO SE PUEDE SEPARAR DE DIOS, NI LA POLÍTICA DE LA MORAL”

Las actuales sociedades democráticas, en las que loablemente todos son hechos partícipes de la gestión de la cosa pública en un clima de verdadera libertad, exigen nuevas y más amplias formas de participación en la vida pública por parte de los ciudadanos, cristianos y no cristianos. En efecto, todos pueden contribuir por medio del voto a la elección de los legisladores y gobernantes y, a través de varios modos, a la formación de las orientaciones políticas y las opciones legislativas que, según ellos, favorecen mayormente el bien común. La vida en un sistema político democrático no podría desarrollarse provechosamente sin la activa, responsable y generosa participación de todos, "si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles, tareas y responsabilidades".

Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la "política"; es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común", que comprende la promoción y defensa de bienes tales como el orden público y la paz, la libertad y la igualdad, el respeto de la vida humana y el ambiente, la justicia, la solidaridad, etc.
 
La sociedad civil se encuentra hoy dentro de un complejo proceso cultural que marca el fin de una época y la incertidumbre por la nueva que emerge al horizonte. Las grandes conquistas de las que somos espectadores nos impulsan a comprobar el camino positivo que la humanidad ha realizado en el progreso y la adquisición de condiciones de vida más humanas. La mayor responsabilidad hacia países en vías de desarrollo es ciertamente una señal de gran relieve, que muestra la creciente sensibilidad por el bien común. Junto a ello, no es posible callar, por otra parte, sobre los graves peligros hacia los que algunas tendencias culturales tratan de orientar las legislaciones y, por consiguiente, los comportamientos de las futuras generaciones.

Se puede verificar hoy un cierto relativismo cultural, que se hace evidente en la teorización y defensa del pluralismo ético, que determina la decadencia y disolución de la razón y los principios de la ley moral natural. Desafortunadamente, como consecuencia de esta tendencia, no es extraño hallar en declaraciones públicas afirmaciones según las cuales tal pluralismo ético es la condición de posibilidad de la democracia. Ocurre así que, por una parte, los ciudadanos reivindican la más completa autonomía para sus propias preferencias morales, mientras que, por otra parte, los legisladores creen que respetan esa libertad formulando leyes que prescinden de los principios de la ética natural, limitándose a la condescendencia con ciertas orientaciones culturales o morales transitorias, como si todas las posibles concepciones de la vida tuvieran igual valor.

Al mismo tiempo, invocando engañosamente la tolerancia, se pide a una buena parte de los ciudadanos -incluidos los católicos- que renuncien a contribuir a la vida social y política de sus propios países, según la concepción de la persona y del bien común que consideran humanamente verdadera y justa, a través de los medios lícitos que el orden jurídico democrático pone a disposición de todos los miembros de la comunidad política.

Esta concepción relativista del pluralismo no tiene nada que ver con la legítima libertad de los ciudadanos católicos de elegir, entre las opiniones políticas compatibles con la fe y la ley moral natural, aquella que, según el propio criterio, se conforma mejor a las exigencias del bien común. La libertad política no está ni puede estar basada en la idea relativista según la cual todas las concepciones sobre el bien del hombre son igualmente verdaderas y tienen el mismo valor, sino sobre el hecho de que las actividades políticas apuntan caso por caso hacia la realización extremadamente concreta del verdadero bien humano y social en un contexto histórico, geográfico, económico, tecnológico y cultural bien determinado. No es tarea de la Iglesia formular soluciones concretas -y menos todavía soluciones únicas- para cuestiones temporales, que Dios ha dejado al juicio libre y responsable de cada uno.

Sin embargo, la Iglesia tiene el derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral. Si el cristiano debe "reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales" , también está llamado a disentir de una concepción del pluralismo en clave de relativismo moral, nociva para la misma vida democrática, pues ésta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos, esto es, de principios éticos que, por su naturaleza y papel fundacional de la vida social, no son "negociables".

En el plano de la militancia política concreta, es importante hacer notar que el carácter contingente de algunas opciones en materia social, el hecho de que a menudo sean moralmente posibles diversas estrategias para realizar o garantizar un mismo valor sustancial de fondo, la posibilidad de interpretar de manera diferente algunos principios básicos de la teoría política, y la complejidad técnica de buena parte de los problemas políticos, explican el hecho de que generalmente pueda darse una pluralidad de partidos en los cuales puedan militar los católicos para ejercitar -particularmente por la representación parlamentaria- su derecho-deber de participar en la construcción de la vida civil de su país.. Esta obvia constatación no puede ser confundida, sin embargo, con un indistinto pluralismo en la elección de los principios morales y los valores sustanciales a los cuales se hace referencia. La legítima pluralidad de opciones temporales mantiene íntegra la matriz de la que proviene el compromiso de los católicos en la política, que hace referencia directa a la doctrina moral y social cristiana. Sobre esta enseñanza los laicos católicos están obligados a confrontarse siempre para tener la certeza de que la propia participación en la vida política esté caracterizada por una coherente responsabilidad hacia las realidades temporales.

La Iglesia es consciente de que la vía de la democracia, aunque sin duda expresa mejor la participación directa de los ciudadanos en las opciones políticas, sólo se hace posible en la medida en que se funda sobre una recta concepción de la persona. Se trata de un principio sobre el que los católicos no pueden admitir componendas, pues de lo contrario se menoscabaría el testimonio de la fe cristiana en el mundo y la unidad y coherencia interior de los mismos fieles. La estructura democrática sobre la cual un Estado moderno pretende construirse sería sumamente frágil si no pusiera como fundamento propio la centralidad de la persona. El respeto de la persona es, por lo demás, lo que hace posible la participación democrática. Como enseña el Concilio Vaticano II, la tutela "de los derechos de la persona es condición necesaria para que los ciudadanos, como individuos o como miembros de asociaciones, puedan participar activamente en la vida y en el gobierno de la cosa pública".

A partir de aquí se extiende la compleja red de problemáticas actuales, que no pueden compararse con las temáticas tratadas en siglos pasados. La conquista científica, en efecto, ha permitido alcanzar objetivos que sacuden la conciencia e imponen la necesidad de encontrar soluciones capaces de respetar, de manera coherente y sólida, los principios éticos. Se asiste, en cambio, a tentativos legislativos que, sin preocuparse de las consecuencias que se derivan para la existencia y el futuro de los pueblos en la formación de la cultura y los comportamientos sociales, se proponen destruir el principio de la intangibilidad de la vida humana. Los católicos, en esta grave circunstancia, tienen el derecho y el deber de intervenir para recordar el sentido más profundo de la vida y la responsabilidad que todos tienen ante ella. Juan Pablo II, en línea con la enseñanza constante de la Iglesia, ha reiterado muchas veces que quienes se comprometen directamente en la acción legislativa tienen la "precisa obligación de oponerse" a toda ley que atente contra la vida humana” Para ellos, como para todo católico, vale la imposibilidad de participar en campañas de opinión a favor de semejantes leyes, y a ninguno de ellos les está permitido apoyarlas con el propio voto. Esto no impide, como enseña Juan Pablo II en la Encíclica Evangelium Vitae a propósito del caso en que no fuera posible evitar o abrogar completamente una ley abortista en vigor o que está por ser sometida a votación, que "un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, pueda lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública".

En tal contexto, hay que añadir que la conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral. Y a que las verdades de fe constituyen una unidad inseparable, no es lógico el aislamiento de uno solo de sus contenidos en detrimento de la totalidad de la doctrina católica. El compromiso político a favor de un aspecto aislado de la doctrina social de la Iglesia no basta para satisfacer la responsabilidad de la búsqueda del bien común en su totalidad. Ni tampoco el católico puede delegar en otros el compromiso cristiano que proviene del evangelio de Jesucristo, para que la verdad sobre el hombre y el mundo pueda ser anunciada y realizada.

Cuando la acción política tiene que ver con principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno, es cuando el empeño de los católicos se hace más evidente y cargado de responsabilidad. Ante estas exigencias éticas fundamentales e irrenunciables, en efecto, los creyentes deben saber que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona. Este es el caso de las leyes civiles en materia de aborto y eutanasia (que no hay que confundir con la renuncia al ensañamiento terapéutico, que es moralmente legítima), que deben tutelar el derecho primario a la vida desde de su concepción hasta su término natural. Del mismo modo, hay que insistir en el deber de respetar y proteger los derechos del embrión humano. Análogamente, debe ser salvaguardada la tutela y la promoción de la familia, fundada en el matrimonio monogámico entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabilidad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio. A la familia no pueden ser jurídicamente equiparadas otras formas de convivencia, ni éstas pueden recibir, en cuánto tales, reconocimiento legal. Así también, la libertad de los padres en la educación de sus hijos es un derecho inalienable, reconocido además en las Declaraciones internacionales de los derechos humanos. Del mismo modo, se debe pensar en la tutela social de los menores y en la liberación de las víctimas de las modernas formas de esclavitud (la droga y la explotación de la prostitución). No puede quedar fuera piénsese, por ejemplo de este elenco, el derecho a la libertad religiosa y el desarrollo de una economía que esté al servicio de la persona y del bien común, en el respeto de la justicia social, del principio de solidaridad humana y de subsidiariedad, según el cual deben ser reconocidos, respetados y promovidos "los derechos de las personas, de las familias y de las asociaciones, así como su ejercicio".

Finalmente, cómo no contemplar entre los citados ejemplos el gran tema de la paz. Una visión irenista e ideológica tiende a veces a secularizar el valor de la paz mientras, en otros casos, se cede a un juicio ético sumario, olvidando la complejidad de las razones en cuestión. La paz es siempre "obra de la justicia y efecto de la caridad"; exige el rechazo radical y absoluto de la violencia y el terrorismo, y requiere un compromiso constante y vigilante por parte de los que tienen la responsabilidad política.
Una cuestión completamente diferente es el derecho-deber que tienen los ciudadanos católicos, como todos los demás, de buscar sinceramente la verdad y promover y defender, con medios lícitos, las verdades morales sobre la vida social, la justicia, la libertad, el respeto a la vida y todos los demás derechos de la persona. El hecho de que algunas de estas verdades también sean enseñadas por la Iglesia, no disminuye la legitimidad civil y la "laicidad" del compromiso de quienes se identifican con ellas, independientemente del papel que la búsqueda racional y la confirmación procedente de la fe hayan desarrollado en la adquisición de tales convicciones. En efecto, la "laicidad" indica en primer lugar la actitud de quien respeta las verdades que emanan del conocimiento natural sobre el hombre que vive en sociedad, aunque tales verdades sean enseñadas al mismo tiempo por una religión específica, pues la verdad es una. Sería un error confundir la justa autonomía que los católicos deben asumir en política, con la reivindicación de un principio que prescinda de la enseñanza moral y social de la Iglesia.

Con su intervención en este ámbito, el Magisterio de la Iglesia no quiere ejercer un poder político ni eliminar la libertad de opinión de los católicos sobre cuestiones contingentes. Busca, en cambio -en cumplimiento de su deber- instruir e iluminar la conciencia de los fieles, sobre todo de los que están comprometidos en la vida política, para que su acción esté siempre al servicio de la promoción integral de la persona y del bien común. La enseñanza social de la Iglesia no es una intromisión en el gobierno de los diferentes países. Plantea ciertamente, en la conciencia única y unitaria de los fieles laicos, un deber moral de coherencia. "En su existencia no puede haber dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida "espiritual", con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida "secular", esto es, la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura. Toda actividad, situación, esfuerzo concreto -como por ejemplo la competencia profesional y la solidaridad en el trabajo, el amor y la entrega a la familia y a la educación de los hijos, el servicio social y político, la propuesta de la verdad en el ámbito de la cultura- constituye una ocasión providencial para un "continuo ejercicio de la fe, de la esperanza y de la caridad”. Vivir y actuar políticamente en conformidad con la propia conciencia no es un acomodarse en posiciones extrañas al compromiso político o en una forma de confesionalidad, sino expresión de la aportación de los cristianos para que, a través de la política, se instaure un ordenamiento social más justo y coherente con la dignidad de la persona humana.

Al mismo tiempo, la Iglesia enseña que la auténtica libertad no existe sin la verdad. "Verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente", ha escrito Juan Pablo II.
"Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta de que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas, según la vocación personal de cada uno". Debemos ejercer todas nuestras actividades temporales haciendo una síntesis vital del esfuerzo humano, familiar, profesional, científico o técnico, con los valores religiosos, bajo cuya altísima jerarquía todo coopera a la gloria de Dios".

El Chasqui 
Córdoba, 18 de febrero de 2009

Nº 25 Carta de un sacerdote a un guardia civil

Con motivo del cercano aniversario del golpe de estado del 23-F el hijo del Coronel Tejero, el sacerdote D. Ramón Tejero, ha publicado una carta dirigida a su padre. 

Aquel 23 de febrero de 1981, muy temprano, salimos de casa... Yo sabía lo que ocurriría... Sin embargo, el silencio era la expresión más simbólica del cariño que se puede dar a un padre que en esos momentos atravesaba unos de los momentos mas difíciles de su vida. Había vivido momentos de angustia, de terror. Noches en vela, acompañadas de desconciertos en una España que los españoles desconocían. Noches de zozobra que acompañaban a un hombre al cargo de las tierras vascas y con el encargo de acabar con el terrorismo... Muertes sin compasión de manos de ETA, traiciones de ideales, injusticias, quejas de viudas, órdenes para quemar una bandera que, después, fue legalizada y que causó tantos y tantos muertos... Todo era incomprensible para un joven que creció con el dolor, la inquietud, el temor y el deseo irrefrenable de una España coherente... Ese joven era yo, ahora sacerdote de Jesucristo, pero sin dejar de ser hijo de mi padre, del cual me enorgullezco plenamente.

Aquella mañana del 23 de febrero acompañé a mi padre a la celebración de la Eucaristía en la capilla que hay frente a la Dirección General de la Guardia Civil. Momentos de silencio, de oración profunda, de contemplación sincera de un hombre creyente que sabía cuál era su deber, que conocía las órdenes recibidas y que no quería por nada del mundo manchar sus manos de sangre (como así fue). Un hombre de uniforme, de rodillas ante el Sagrario y el altar del sacrificio: mi padre. Suponía para mí un ejemplo de gallardía que nadie me hará olvidar, el testimonio fiel de un creyente coherente con el juramento que había hecho años atrás... No había palabras, sólo silencio, recogimiento y oración sincera.

Al salir de la capilla, con una mirada penetrante -y me atrevería a decir que trascendente-, contempló la Bandera Nacional y, con voz serena, tranquila y gallarda, me dijo: «Hijo, por Dios y por Ella hago lo que tengo que hacer...». Y, con un beso en la mejilla, se despidió de mí. Un beso tierno de padre, pero que también sonaba a despedida: la despedida de un hombre que teme que no volverá a la vida... y eso pensé yo también. Y, con el gozo de amar a mi padre con locura, volví a mi casa para acompañar a aquella que simbolizaba -en aquel momento y siempre- los valores de la mujer fuerte de la Biblia: mi madre. Esa gran mujer que ha sabido hacer, de su existencia, una entrega victimal y heroica a Dios, a España y a su familia -valores en los que fue educada a lo largo de todo su vida y que sigue mostrando, en el otoño se su existir, con una entrega amorosa a todos nosotros-.

Pasamos la mañana con serenidad... El silencio era la elocuencia de nuestro pesar, mientras que el tiempo se convertía, segundo tras segundo, en el traicionero «reloj» que nos hacía pensar en aquel momento. No sabíamos más ni menos. Realmente, nos dolía España, mi padre y el momento en sí; aunque nos tranquilizaba la certeza, según nos habían dicho, de que el Rey apoyaba y ordenaba tales hechos. Era un acto de servicio más, en un momento crítico, por el cual atravesaba nuestra Patria.

Y pasó lo que toda España conoce y lo que los medios transmiten (aunque no con toda la veracidad que debieran). No voy a entrar en polémica... ni quiero, ni debo. Pero sí deseo aclarar algunos puntos que conozco, que siento míos y que viví con intensidad aquella noche. Y deseo hacerlo desde el sosiego, desde la paz que, cada día, me regala Cristo y desde la serena sabiduría de los años que te hacen asentar pasiones y discernir la verdad como realidad de la vida. No voy a revelar nada del 23F, el silencio de mi padre me obliga a callar. Sin embargo, no puedo dejar en el olvido las grandezas de un gran hombre. Es por ello que, ante las distintas informaciones y publicaciones de estos días en distintos medios de comunicación, quiero y deseo expresar lo siguiente: mi padre es un hombre de honor, fiel a sus principios religiosos y patrióticos; es coherente y sincero. Es un militar de los pies a la cabeza, consciente de sus responsabilidades, entregado a sus hombres. Es un hombre cumplidor, trabajador hasta el extremo, leal ante el significado de la palabra juramento y fiel al mismo. Es un hombre sereno, sencillo, disciplinado y amante de la verdad. No es violento, ni agresivo. Es templado, sensato, sereno, inteligente y capaz de discernir con coherencia una realidad aparentemente absurda e incoherente como parece que fue el 23F. Es un marido ejemplar. Un padre extraordinario. Un hombre excepcional. Un amigo fiel. Un español honorable y un cristiano sincero y veraz. Mi padre es mi padre.

Me duele la falta de información y coherencia. Me duele ver cómo todos aprovechan el «silencio» de un hombre para intentar destruirle... quizá por miedo a su palabra... Me duelen tantos programas y tan poca veracidad... Quiero a mi padre con locura. Es por ello que ruego y aliento a todos aquellos que creen en la libertad de expresión, para que sean tan audaces y coherentes como para publicar estas pobres palabras que tan sólo manifiestan los sentimientos de un hijo por su padre. Un hijo que se siente orgulloso de su padre y de que éste se llame: Antonio Tejero Molina. 
Ramón Tejero Díez


El Chasqui 
Córdoba, 16 de febrero de 2009

Nº 24: El legado de Don Carlos

por Héctor Uriel Rodríguez Sánchez

En memoria de Don Carlos Abascal,
en símbolo de compromiso vocacional
y dedicado a nuestra Generación que está entre 20 y 30



En un artículo que escribí hace unos años, llamado "Dolor de Parto", describía la situación del país y la incongruencia observada luego de 7 años en la generación de "la gente buena" que asumió el poder en el año 2000 y que al "sistematizarse" perdió el ideal (…y las formas, y los escrúpulos y…) que le impulsó a buscar y finalmente alcanzar el poder, cambiándolo por "un plato de lentejas" analogía a la permanencia en el Sistema a cualquier costo.

Hablaba de cómo una buena parte de esta generación, originalmente buena para México, había cumplido su papel histórico aún cuando luego de un tiempo sucumbió al entregarse al enemigo que combatía llamado "Sistema" y la comparaba con la primera línea de infantería de cualquier ejército que normalmente se pierde en la guerra.

Diría Josemaría Escrivá; fundador del Opus Dei que "La reja que rotura y abre surco no ve la semilla ni el fruto". Esto es en el caso de Don Carlos María Abascal un, espero, exacto epitafio. De esa decepcionante generación se aparta este católico, hombre, padre y esposo amante de México. Y se aparta porque se acerca al cielo en lugar de aferrarse al suelo.

Y decía en aquel artículo con voz quisiera profética aunque en realidad rabiosa que "una nueva generación vendría, con 3 poderosas armas; la juventud, el ideal y la experiencia aprendida de su mal ejemplo" (el de la generación adulta en el poder 2000-2007). Hoy corrijo esta última "arma" y confieso que en aquel momento no había visto ningún ejemplo a seguir sino por el contrario ejemplos a no seguir, pero más fue por desatención al hoy difunto Carlos que por la falta de méritos de éste.

Pocas posibilidades había con ese error de que ocurriera lo que mencionaba al final del artículo: "ver nacer el nuevo México y hacer realidad el antiguo sueño, siempre y cuando los que estamos dispuestos a conseguirlo, mantengamos la vista en el ideal, la rabia no nos ciegue, la soberbia no nos inunde y la adversidad no nos derrumbe". No podríamos hacer esto sólo sabiendo qué no hacer.

El legado de Don Carlos es el ejemplo y camino a continuar para quienes hoy participamos en Política. Es haber explorado el desconocido camino del éxito del Católico Mexicano en la Política conseguido a razón de ser católico y hacer catolicismo congruente sin penas y con delicioso descaro. Y éste es sin duda el más espantoso miedo de los detractores de Don Carlos; que los jóvenes políticos nos demos cuenta que en su vida de fe y testimonio está la clave y nos atrevamos a imitarle.

Porque si de Dios lo es todo también lo es el gobierno, porque al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, pero el César es de Dios.

Porque laicismo es distinto a antirreligioso, porque la realidad social y política es ante todo realidad humana y la realidad humana está compuesta de cuerpo y espíritu, porque no podemos dejar nuestras creencias a la entrada del congreso como se deja el saco y el sombrero al entrar a una fiesta y éstas no tienen porque impedirnos alcanzar acuerdos, porque la cruz de Cristo bien vale la propia cruz y porque su muerte bien vale la nuestra viviendo por él y para él.

Porque el ideal no se rompe ni la verdad deja de serlo cuando nos llaman fanáticos, porque es mejor para la conciencia la acción errónea con recta intención que la omisión con intención de cobardía. Porque hace casi 2000 años salimos de las catacumbas y nadie puede ni debe volver a encerrarnos.

Porque a los tibios el señor los vomita y a los fariseos les llama sepulcros blanqueados, porque la verdad nos hará libres y Él es el Camino la Verdad y la Vida, porque ya hay demasiados "jóvenes ricos" incapaces de dejar todo y seguirlo, porque ya comimos suficientes lentejas y el gallo puede cantar por tercera vez.

Porque la conciencia es la voz de Dios y la salvación de nuestra alma la esperanza para lo único que tenemos cierto en esta vida que es nuestra muerte.

Por eso, hay que llevar a la acción política las 3 armas, la juventud, el ideal y la experiencia aprendida de su buen ejemplo, para ver nacer al México triunfante y dejar a Don Carlos contemplar desde las estrellas junto con Cristo y su Madre cómo su tierra predilecta, la del Tepeyac y del Cubilete en conmemoración a los 500 años de Guadalupe en poco más de 20 años es capaz de dar el fruto para el que Don Carlos y otros tantos santos políticos mexicanos roturaron y abrieron el Surco.

¡Gracias Don Carlos!, tu vida se convertirá en nuestra hoja de ruta, tu ejemplo en nuestro aliciente y tu fe en nuestra luz, porque tu Madre, María, es nuestra madre también, porque Tu Cristo es nuestro Cristo y tu misa y rosario diarios de ahora en adelante deberán ser nuestro desayuno. Porque sin miedo portaremos nuestra cruz y llenos de alegría tendremos en nuestra oficina la bandera de nuestro México, la foto de nuestros hijos, la foto de nuestros padres y en un lugar privilegiado las imágenes de Nuestra Madre y de Nuestro Rey.

Porque si ha de haber una generación que haga triunfar en México la Cultura de la Vida, deberá como en el tiempo de los primeros cristianos ser absolutamente eficaz y decirse de ella "mirad cómo se aman", deberá vencer el miedo, deberá obligarse a la congruencia para la supervivencia siendo deliciosa y descaradamente católica. 


El Chasqui
Córdoba, 14 de febrero de 2009

Nº 23: El vicepresidente católico de Obama...

....no puede comulgar por defender el aborto 

Por Juan C. Sanahuja 
Fuente: NOTICIAS GLOBALES 29-08-2008 


La elección por parte de Barack Obama del senador por el estado de Delaware Joseph “Joe” R. Biden, Jr. como candidato a vicepresidente de los Estados Unidos para la próximas elecciones presidenciales, “es una bofetada en la cara de los electores católicos”, declaró el pasado 23 de agosto el presidente de la asociación católica Fidelis, Brian Burch. Justamente cuando los obispos norteamericanos están recordando, como lo hicieron hace 4 años, que la defensa de la vida humana desde la concepción es un argumento fundamental y excluyente para los votantes católicos, Barack Obama nombró para ser candidato a vicepresidente a uno de los llamados “políticos católicos pro-choice”. 

Recordemos que el Arzobispo Emérito de San Luis y actual Prefecto del Tribunal de la Signatura Apostólica, Mons. Raymond L. Burke declaró hace pocos días que “los políticos que públicamente defienden el aborto no deben comulgar”; y se refirió también a la “responsabilidad de caridad que tienen los ministros de la comunión de negársela si es que la solicitan ‘hasta que haya reformado la propia vida’", (Life Site, 19-08-08; vid. NG 642, 663, 710, 799, 877). 

Cabe señalar también que el partido Demócrata se ha negado a invitar a la Convención que se está realizando en Denver al Arzobispo de esa arquidiócesis, Mons. Charles Chaput. La prédica de Chaput a favor de la vida y sobre la coherencia de los católicos en la vida pública, molesta a los demócratas. La oración con la que comenzó la convención fue pronunciada por un arzobispo ortodoxo griego que viajó desde New York.

Joe Biden, el elegido de Obama 
 Joe Biden, que se declara católico, es un sectario defensor del crimen del aborto. Acosó con este tema a los candidatos a jueces de la Corte Suprema durante las audiencias de confirmación en el Senado. Durante las recientes primarias del partido Demócrata declaró, “soy un viejo partidario de Roe vs. Wade (la sentencia que legalizó el aborto en USA) y del derecho de la mujer a elegir”, y afirmó “no daré ningún cargo a nadie que no esté de acuerdo con esa sentencia”, (Life News, 23-08-08). 

 En el senado tiene un record casi absoluto de votos a favor del aborto. En febrero pasado, Biden votó en contra de una enmienda para limitar la financiación federal de abortos en programas de salud para Indígenas Norteamericanos; votó a favor de usar fondos del presupuesto militar pagar abortos de las mujeres que sirven en las fuerzas armadas; se opuso a la de ley de protección a los niños (Child Custody Protection Act), que establece que los padres sean notificados en el caso de las menores que quieran abortar y prohíbe trasladar a una adolescente de un estado a otro para someterse a un aborto en secreto. En marzo de 2004, votó en contra del proyecto de defensa de los no nacidos víctimas de violencia (Unborn Victims of Violence Act), una ley que protege a las mujeres embarazadas y sus hijos no nacidos, que no sólo es ley federal sino que también existe en 36 estados que tienen leyes similares, (Life News y Fidelis, 23-08-08).

El historial de Obama 
 El historial contra la vida humana y la familia del candidato a presidente supera el de Baden. Co-patrocinó el proyecto de ley de libertad de elección, que hubiera derogado de hecho todas las leyes pro-vida, para asegurar el aborto a petición, sin restricciones ni condiciones. También apoya la ampliación del acceso a los abortivos químicos o farmacológicos (píldora del día después; todos los métodos de la llamada “anticoncepción de emergencia”; y la píldora RU-486). 

Cuando era senador en la legislatura de Illinois, votó a favor de aumentar la financiación del aborto con dinero público y constantemente se opuso a las leyes que aseguraban la información a los padres cuando las menores trataban de abortar. Se opuso a la legislación contra el aborto por nacimiento parcial (“partial-birth abortion”) y apoyó la investigación con células embrionarias. Pero lo que más llama la atención es que en la legislatura de Illinois votó en contra de la Born Alive Infant Protection Act, una ley que asegura la atención médica a los niños prematuros y a aquellos que nacen vivos cuando se intenta abortarlos, lo que convierte a Obama en promotor del infanticidio. En declaraciones a la organizaciones abortistas NARAL (NG 158, 372) y Planned Parenhood (NG 886) Obama dijo que la “libre elección (el ‘derecho al aborto sin restricciones’) era una cuestión fundamental”.


El Chasqui
Córdoba, enero 22 de 2009

Nº 22: ¿Por qué hacer una campaña contra un enemigo, si crees que no existe?



Gentileza de nuestro amigo Gustavo
Fuente ABC-Libertad Digital

Dos autobuses de Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) lucirán a partir del próximo 12 de enero, y durante dos semanas, un anuncio publicitario con un lema que ensalza el ateísmo e invita al hedonismo. "Problemente Dios no existe. Deja de preocuparte y goza de la vida", reza el eslógan, que transitará en los laterales y detrás de dos autobuses -uno de la línea 41, de largo recorrido, y otra de la 14- de la capital catalana. 

 La campaña se comenzó a llevar a cabo en Londres (Reino Unido) a finales del año pasado para luego extenderzxe a otras ciudades británica. En Barcelona, la primera ciudad española donde recala, ha sido promovida por las asociaciones Ateos de Cataluña y la Unión de Ateos y Librepensadores, aunque cuentan con el respaldo de otras entidades de mismo "credo" del resto de nuestro país, como las asociaciones madrileña y valenciana de Ateos y Librepensadores (AMAL y AVALL). No en vano, tras la capital catalana se quiere llevar la iniciativa a Madrid. Según explicó a ABC el portavoz de los promotores y presidente de Ateos de Cataluña, Albert Riba, la campaña se ha financiado con donativos privados «no anónimos para nosotros, aunque no desvelaremos la identidad del donante si no quiere». 

El coste de esta primera iniciativa -dos autobuses durante 15 días- ha sido de unos 1.500 euros, asegura Riba, quien dice que a día de hoy ya lo han cubierto con los donativos, que ascienden a 3.000 euros y siguen subiendo; de ahí que ya estén en conversaciones para ampliar la promoción en Barcelona y para concretar que también se lleve a cabo en Madrid. La iniciativa se está publicitando estos días a través de una web (www.busateo.org) donde sus organizadores explican qué objetivos persiguen. «Queremos sensibilizar a los ciudadanos ateos, no creyentes y libreprensadores en general sobre la necesidad de hacerse visibles, de sentirse orgullosos de sus convicciones y de reivindicar para ellos los mismos derechos y libertades que se reconocen a otros ciudadanos por el mero hecho de poseer o manifestar unas creencias religiosas». «Queremos hacer pensar a la gente. que haya polémica en el buen sentido de la palabra», añade Riba. En este sentido, el presidente de Ateos de Cataluña reclama la atención hacia el lema, del que subraya que el «Dios» al que se alude, y cuya existencia se pone en duda, no es tan solo el cristiano, sino todos los que existen según las distintas religiones. Es decir, «que no es una campaña anticristiana».

Una idea británica 
Con todo, la campaña nació en Londres como reacción a un acto de publicidad cristiana, explica Riba. Una web de esta confesión pagó unos carteles en autobuses con la frase, extraída del Evangelio de San Lucas: «Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?». Luego se remitía una web en la que se amenazaba a los ateos «a pasar a la eternidad en el infierno y ardiendo en un lago de fuego». Indignada ante estos mensajes, una columnista del periódico «The Guardian», Ariane Sherine, ideó una campaña de respuesta, la que ahora llega a Barcelona. Pidió donativos para financiarla y el éxito fue absoluto. Recaudaron 100.000 euros.

En nuestro país, de momento, la empresa es por ahora más modesta, aunque ya se ha alimentado con la controversia. Fuentes de Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB), señalaron a ABC que si bien a veces han vetado alguna campaña de publicidad en los autobuses o en el metro -que son gestionadas por una agencia contratada-, ésta la han aceptado porque consideran que no vulnera los principios elementales del Estado de Derecho. El texto del anuncio que se paseará por Barcelona, traducido fielmente del original inglés, ha sido motivo de discusión también en el seno de las entidades promotoras, como admite Riba y como se refleja en el foro de su web. «Algunos nos pedían que en lugar del «probablemente» (Dios no existe), pusiéramos «muy probablemente» o, directamente, el nietzschiano «Dios no existe»», confiesa el portavoz de Ateos de Cataluña. «Pero preferimos no ser tan agresivos», alega. La iniciativa está en boca de todos y ha causado rechazo; sobre todo entre entidades cristianas. El Arzobispado de Barcelona, que encabeza el cardenal Luís Martínez Sistach, ha respondido a esta iniciativa en un comunicado hecho público esta semana. En la nota, el arzobispado manifestó que para los creyentes en Dios, la fe en su existencia «no es motivo de preocupación, ni es tampoco un obstáculo para gozar honestamente de la vida», como así da a entender la campaña .pro atea. Según el arzobispado, la fe es un «sólido fundamento» para vivir la vida con una actitud de solidaridad, de paz y un sentido de trascendencia».

“Esta es una campaña movida por el odio, el odio a la religión”, denuncia a ABC el presidente del Grupo de Entidades Catalanas de la Familia (GEC), Daniel Arasa, que no duda en tachar de absurda la iniciativa. “¿Por qué hacer una campaña contra un enemigo, si crees que no existe?”, señala. Arasa juzga que el texto de la campaña no es insultante, aunque obviamente no le guste y pueda herir a algún creyente. Con todo, si de él dependiera no la prohibiría, pues, sostiene, -y para ello apela a su condición de periodista-, que en este caso, por encima de otras consideraciones está “el derecho a la libertad de expresión”. De todas formas, el presidente del GEC pronostica que a los promotores les saldrá el tiro por la culata con esta campaña ateísta, pues “hará que mucha gente se plantee si Dios existe y se darán cuenta de que sí”.

El mismo augurio hace el presidente del grupo municipal del Partido Popular en la Ciudad Condal, Alberto Fernández. En cuanto al debate que suscita que se utilice una plataforma pública, un autobús, Fernández afirma que cree que esta campaña está promovida, si no directamente al menos indirectamente, por los partidos que gobiernan en el Ayuntamiento y la Generalitat, que han hecho gala de su laicismo y ateísmo con iniciativas como la Ley de Culto, por ejemplo.

Precisamente, para aclarar si la Administración ha auspiciado directamente esta iniciativa, Fernández avanza que su partido pedirá al Consistorio y a TMB si esta campaña ha recibido algún tipo de ayuda pública para su financiación.

Los ateos italianos, siguiendo el ejemplo de británicos y españoles, anunciaron una campaña de publicidad que buscará afirmar la no existencia de Dios y que comenzará el 4 de febrero en dos autobuses de Génova, bajo el auspicio de la Unión de Ateos y Agnósticos Racionalistas (UAAR) de Italia. "Nuestra campaña es un desafío lanzado por los ateos en las tierras de Bagnasco", declaró el Secretario General de la UAAR, Raffaele Carcano, en referencia al hecho de que el Arzobispo de Génova, Cardenal Angelo Bagnasco, es también Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. El lema de la campaña será: "La mala noticia es que Dios no existe. La buena es que no se necesita".


El Chasqui
Córdoba, enero 6 de 2009